Martin Scorsese y la televisión: ¿es la TV el futuro del cine?

Martin Scorsese desarrolla Boardwalk Empire

Martin Scorsese siempre ha estado adelantado a su tiempo. y no se equivoca con su apreciación sobre la televisión.

Puede que sea seguro decir que ésta ha sido la década de la televisión. De la televisión por cable, al menos. La renovación creativa que comenzó a finales de los 90’s con David Lynch, se ha extendido y consolidado con series como Los Sopranos, House MD., Six Feet Under. Y más recientemente, True Blood, Dexter, Mad Men o The Wire, —el Citizen Kane de las nuevas teleseries.

Y esas, tan sólo por nombrar un puñado. Y sin contar The Office, Entourage, Weeds. O, bueno, Lost —¿creían que se me olvidaba? O las series documentales de vanguardia de Adam Curtis, como The Power of the Nightmares o The Trap.

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Precious de Lee Daniels, una emotiva mirada a la discriminación y la pobreza

Quienes siguen las actualizaciones de BlogaCine vía Twitter, seguramente saben lo mucho que me ha gustado Precious de Lee Daniels. Precious, based on a novel by Saphire, se dio a conocer al ganar el máximo premio del Festival de Sundance en 2009. Entonces, se llamaba Push, pero este título coincidía con el de una película … Leer más

K-19, The Widowmaker o la caída del Muro de Berlín vista a través de binoculares desenfocados

Este fin de semana he visto K-19, The Widowmaker, de Kathryn Bigelow, primer film de ficción producido por The National Geographic. Por alguna razón que ya no recuerdo, en su momento, consideré no verla.

Acaso por culpa de alguna mala crítica (aún le hago caso a ciertos críticos de cine, pero cada día es menos). Y ahora me arrepiento, pues me ha parecido un peliculón (también vi su última producción, The Hurt Locker, pero la dejo para un próximo post).

K-19, The Widowmaker, la historia real

La cinta cuenta la historia del K-19, primer submarino nuclear soviético armado con misiles balísticos, concebido como el arma de guerra definitiva. Pero fue construido con la mayor de las chapuzas. Tenía goteras, instrumentos que daban lecturas erróneas (cuando las daban), operadores alcohólicos y llaves que se desprendían de sus tubos.

La mitad de su tripulación no tenía la menor idea de qué hacer. Tal era la inoperancia y el desorden, que el K-19 había cobrado la vida de varios hombres antes de salir del dique seco. Y sin que su construcción hubiera terminado.

Por eso lo apodaron Hiroshima, en alusión a la mortandad causada por la bomba atómica que los aliados arrojaron sobre la ciudad japonesa. Aunque este apodo en la película fue cambiado por el de “Hacedor de Viudas” (The Widowmaker).

A pesar de todo, y como solía suceder en los países del Bloque Socialista, el K-19, The Widowmaker fue apresuradamente botado a las aguas para complacer a los burócratas militares y políticos de turno, enfrascados en una letal y absurda competencia armamentista contra los Estados Unidos.

Lo cierto es que, por las precarias condiciones en la que fue botado, era muy probable que la nave sufriera un accidente de algún tipo. Y lo sufrió. Un accidente que por algunas horas puso al mundo al borde del holocausto termonuclear. Pero del que sólo tendríamos noticias muchos años después, cuando cayó el Muro de Berlín, un día como hoy de hace 20 años.

K-19, The Widowmaker, la metáfora

Creo que el drama del K-19, The Widowmaker podría tomarse como una suerte de metáfora de lo que ocurrió con el sistema entero. Lejos de quienes piensan que se trató de un triunfo de las políticas de Ronald Reagan —conservadores y derechistas aún suelen decir que fue el hombre que ganó la Guerra Fría—, creo que las causas fueron internas.

Paralizado por la inoperancia y la chapucería de sus burócratas, la vanidad y la intransigencia de sus dirigentes políticos, y la falta de motivación de sus profesionales y del ciudadano común. El sistema se fue hipertrofiando hasta perder toda capacidad de movimiento.

Y finalmente, implosionó.

Chapucerías tras el muro

Yo trabaja entonces en un diario y desde allí todos pudimos seguir de cerca, casi que minuto a minuto, por medio de los cables que vomitaban las agencias de noticias de través de los teletipos. Poco después del derrumbe, visité Alemania y en Berlín le di unos cuantos martillazos a los restos del muro. Aún conservo algunas de sus piedras.

Ya entonces, pocos meses después, había buhoneros y mendigos de los países del Este. El capitalismo comenzaba a mostrarles esa cara, dura y feroz, que siempre ocultó la propaganda.

En ese viaje supe los primeros chistes sobre la pésima calidad de los productos que se fabricaban tras La Cortina de Hierro. Uno de los blancos preferidos de los alemanes occidentales era el automóvil Trabant, que cariñosamente apodaban Trabbi. Fabricado en la RDA, con carrocería de resina y motor de dos cilindros a dos tiempos, de él se solía decir, quizás injustamente, que su precio variaba según la cantidad de gasolina en su tanque.

Claro, esto lo decían los orgullosos habitantes de la RFA, una nación que fabricaba el Mercedez, el BMW e, incluso, el Volkswagen.

Ese mismo año viajé a Cuba para estudiar cine. Los bolos, como jocosamente le decían los cubanos a losrusos, comenzaban a abandonar el país. Y a la isla llegaban cientos de periodistas con la vana esperanza de ser testigos de una Primavera Cubana que, dos décadas después, sigue sin llegar.

En Cuba comencé a experimentar lo que acaso sentían, en mayor medida claro está y sin punto de comparación, los tripulantes del K-19. Los aparatos eléctricos que los bolos habían llevado a la isla, eran poco menos que trastos inservibles.

Inventario de la inoperancia tecnológica socialista

Las lavadoras te dejaban la ropa hecha jirones (un amigo brasileño llamaba a la suya La Krúpskaya, en honor a la esposa de Lenin). Los aparatos de aire acondicionado no enfriaban y las calefacciones no calentaban. Tampoco era mucho problema para los cubanos. Les bastaba usar el aire acondicionado en invierno y la calefacción en verano.

Los automóviles Lada rodaban unos cuantos meses antes de descomponerse quizás para siempre. El mismo amigo brasileño había bautizado Alicia Alonso al suyo, porque cada vez que pisaba el freno, el automóvil describía una serie de suaves y graciosas curvas antes de detenerse por completo, lo que a él le recordaba a la legendaria ballena cubana.

Los televisores tenían los colores cambiados. Y de no ser por Radio Reloj, los cubanos habrían llegado (más) tarde a todos lados, si se hubieran confiado a los siempre atrasados relojes moscovitas.

Tampoco enfriaban las neveras, pero se desbordaban de escarcha. Los bolos resolvían este problema, vendiendo el aparato con un ventilador adicional que el usuario debía meter, encendido, dentro del congelador, para deshielarlo.

Los cubanos, por supuesto, usaban el ventilador para refrescarse ellos. La nevera, pues, mientras más escarcha, mejor.

Peladores de papa y chatarra militar soviética en Cuba

Acerca de la mala calidad de los trastos soviéticos, los cubanos tenían un chiste sobre una competencia de máquinas para pelar papas que, lastimosamente, he olvidado. Sólo recuerdo que el pelador de papas soviético tenía un cubano dentro (dentro del pelador, no del soviético) que hacía todo el trabajo.

Y una vez, un amigo cubano, sargento de infantería, me contó cómo durante un ejercicio militar conjunto, a un general bolo casi le da un ataque al comprobar que los binoculares no hacían foco. Y que a través de los sistemas de visión nocturna de los tanques no se veía nada. Tanto los binoculares como los sistemas de visión nocturna, desde luego, habían sido fabricados por los bolos.

Claro, no todo eran trastos inservibles. Por ejemplo, había cámaras fotográficas que nada tenían que envidiarle a sus pares capitalistas. Yo aún conservo un modelo como el que aparece en la escena del Ártico en K-19, The Widowmaker. Aunque creo que era fabricada en la RDA.

Si así eran los aparatos que había en Cuba, daba terror imaginarse lo que podía ser la Unión Soviética y el Bloque Socialista en pleno. Como supimos después de la caída del Muro de Berlín, puede que pocas cosas funcionaran bien allá dentro.

O que quizás, sencillamente, funcionaran. Chernóbil, el K-19, The Widowmaker y hasta la propia desaparición del sistema, quizá sean prueba de ello.

Hunger de Steve McQueen, una exploración del hambre

Hunger de Steve McQueen

Justo cuando estés por perder la fe en el cine por culpa de algo que pudiera definirse como “sobredialogación”… De los chistes facilones basados en una vulgaridad gritada voz en cuello… O de las historias de amor que se repiten, idénticas, ad nauseam, cuya única función es mantener la atención durante un segundo acto penosamente escrito…

Y de las tramas y propuestas estéticas que se mueven cómodamente y sin riesgo en el territorio de la clasificación “A”, apta para todo público… Decía, justo cuando estés a punto de perder la fe en el cine por todo lo anterior, remueve cielo y tierra y consigue una copia de Hunger de Steve McQueen.

McQueen es un artista visual, lo que quiere decir que sus films se proyectan en las paredes de galerías y museos en vez de las pantallas de las salas de cine. No son películas, son obras de arte. No obstante, el año pasado, McQueen estrenó Hunger, una película narrativa sobre la huelga de hambre de los combatientes del IRA, en 1981.

Hunger de Steve McQueen, el caso real

Copio y pego aquí lo que dice la Wikipedia del protagonista principal de aquella huelga, Bobby Sands:

Robert George Sands, conocido como Bobby Sands (9 de marzo de 1954 – 5 de mayo de 1981) fue un republicano de Irlanda del Norte, y miembro del IRA Provisional (Ejército Republicano Irlandés provisional). Arrestado en 1977 por tenencia ilegal de armas de fuego, fue condenado a catorce años de cárcel e internado en la prisión de Long Kesh. En 1981 fue elegido representante del Sinn Féin en la Cámara de los Comunes por Irlanda del Norte.

Ese mismo año inició una huelga de hambre junto a otros activistas del IRA para exigir una serie de demandas (derecho a tener el estatuto de preso politico principalmente, derecho a no llevar uniforme carcelario, derecho a no trabajar en la cárcel, derecho a relacionarse libremente con otros prisioneros, derecho a organizar su propio tiempo libre, derecho a recibir una visita y una carta por semana, entre otros). Ante la negativa del gobierno británico a acceder a dichas demandas, la huelga de hambre prosiguió, y tras 66 días de huelga, Bobby Sands falleció, junto con otros compañeros activistas, convirtiéndose en un mártir de la causa republicana en Irlanda del Norte.

Es muy famosa su frase, pronunciada durante su huelga de hambre: “Our revenge will be the laughter of our children.” (“Nuestra venganza será la risa de nuestros niños.” en castellano)

A diferencia de otras cintas que retratan el mismo suceso, como Some mother’s son, de Terry George; Hunger transita un camino distinto al convencional, narrativo, de los docudramas.

Drama no convencional

Hunger de Steve McQueen está dividido claramente en tres grandes secciones o actos. El primero se centra en la vida cotidiana de los combatientes del IRA detenidos y en la cotidianidad de un guardia carcelario.

Con muy pocos diálogos y siguiendo una propuesta conceptual, el filme describe en esta sección la huelga de limpieza de los presos. No se bañaban, se negaban a vestirse, cagaban en el piso de la celda, embadurnaban las paredes con mierda y orinaban en la puerta para que el orine inundara el pasillo. Y los maltratos a los que eran sometidos por parte de los guardias de la prisión.

Paralelamente, seguimos el día de un guardia que se sabe condenado a muerte de antemano, en una época en la que los carceleros eran los objetivos prioritarios de los atentados del IRA.

El segundo acto está compuesto por una larga conversación entre Bobby Sands y su sacerdote confesor. Ambos discuten la posibilidad de ir a la huelga de hambre. Lo increíble es que la mayor parte de esta conversación está recogida en un solo plano fijo de casi 20 minutos.

El último acto

Finalmente, el tercer acto narra, con la casi total ausencia de diálogos, el desarrollo de la huelga, pero desde la perspectiva, completamente subjetiva, de Bobby Sands.

McQueen ha dicho sobre su obra:

En Hunger no hay nociones simplistas de “héroe”, o “martir” o “victima”. Mi intención es provocar el debate en la audiencia, retar nuestra propia moral a través del film.

Hunger de McQueen obtuvo el premio Camera D’or en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes.

G-20, el mundo al borde

Protestas contra el G20

Mientras escribo estas líneas, es mediodía al otro lado del mundo y los líderes de las principales potencias mundiales que integran el Grupo de los 20, deberían estar reunidos, decidiendo el destino del planeta y de la humanidad entera.

El tema que les ocupa es la búsqueda de soluciones para crisis económica mundial propiciada por el hundimiento del sistema financiero, una crisis que se desató a su vez por falta de regulaciones en el mercado. Como alguien ha dicho recientemente, todo parece indicar que los mercados no se regulan solos, pero sí se destruyen solos. Pueden leer una explicación de lo sucedido en este post y en este otro, si saben inglés, ver el video que anexo al final de estas líneas.

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The Candidate: acerca del poder y la gloria

Pocas películas tan apropiadas para estos días electorales como The Candidate, de Michael Ritchie.

Escrita por Jeremy Larner, quien fuera un escritor de discursos para el senador Eugene J. McCarthy durante su campaña para la nominación presidencial del partido Demócrata en 1968; The Candidate es una cruda metáfora del poder corruptor de la política, por no decir el poder corruptor del poder.

Se acercan las elecciones y a Marvis Lucas (Peter Boyle) le encargan la nada envidiable tarea de encontrar un candidato demócrata para enfrentar al muy popular senador republicano por California, Crocker Jarmon.

De entrada, es una causa perdida, pues Jarmon parece imbatible. Lucas convence al casi desconocido abogado Bill McKay (Robert Redford) de asumir el reto.

[amazon_link asins=’6304696507|B0057W0R54′ template=’ProductAd’ store=’blogacine0f-20|blogacine0d-21′ marketplace=’US|ES’ link_id=’0d27a09b-07a1-11e8-9d3d-b77a1c89baf6′]Sin interés alguno en la política, McKay ha dedicado su carrera a luchas por los derechos civiles. Como quiera que no tiene nada qué perder ya que de antemano se sabe, no va a ganar las elecciones, McKay puede hacer y decir lo que se le antoje. Lo que al abogado le parece una buena forma de llamar la atención sobre las causas que defiende.

Pero una cosa es perder. Y otra, muy diferente, es ser víctima de una humillante derrota… A propósito de las históricas elecciones estadounidenses en curso, The New York Times le dedica sus sección Critic’s Picks a The Candidate. Y el crítico no duda en calificarlo como un filme profético.

De nuestra parte valga agregar que no ha perdido ni un ápice de actualidad: ¿acaso Obama no comenzó su campaña electoral como un McKay que, a fuerza de no tener qué perder, poco a poco lo ha ganado casi todo?

Recount: asfixiante thriller electoral

Kevin Spacey

De un tiempo a esta parte, he venido considerando la posibilidad de incluir a las producciones televisivas entre los temas de esta página (también he pensado lo mismo de los juegos de video). Salvando las distancias, como Espoiler, el blog dedicado a la televisión de Hernán Casciari, esa leyenda prematura –por temprana y adelantada– de … Leer más

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