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Alejandro Hidalgo, historia de un “remake”

A principios de mes, el director y guionista venezolano Alejandro Hidalgo, autor de uno de los mayores éxitos internacionales del cine criollo, La casa del fin de los tiempos, se encontraba reunido con sus productores cuando recibió un extraño correo electrónico. Llegó a través del sistema de mensajes de la página oficial de la película y el remitente era un director de fotografía que, después de felicitarlo por el remake, se ponía a la orden para trabajar con él. Incluso, anexaba el enlace a su reel.

A Hildalgo le extrañó. ¿Cómo es que la gente se enteraba de esas cosas, si hasta entonces no se había hecho ningún anuncio oficial? Más tarde, mientras manejaba, recibió otro mensaje. Esta vez eran sus agentes, quienes le preguntaban qué le había parecido el artículo. 

Fue entonces cuando vio la noticia publicada en Variety, una publicación dedicada al mundo del entretenimiento. El estudio New Line Cinema oficialmente anunciaba la realización de una versión estadounidense de su película. Lo mejor de todo es que la nota mencionaba a Hidalgo como director.

El anuncio lo tomó por sorpresa. No lo esperaba. ¿Qué sintió cuando lo vio, en plena autopista?

—Marico, me emocioné todo porque vi que la vaina era oficial. Al llegar a casa me provocaba gritar y aplaudir.

No era para menos. Aquel anuncio era la mejor muestra del compromiso del estudio con su proyecto y marcaba de alguna forma la culminación de dos años de arduas negociaciones y de un proceso que a punta de paciencia y constancia, le llevó a alcanzar las metas que se propuso con esta película.


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Un remake de miedo

Alejandro Hidalgo: éxito friamente calculado

La casa del fin de los tiempos no sólo fue un gran éxito de público dentro de Venezuela, sino que además logró lo que pocas películas nacionales consiguen: convertirse en un éxito fronteras allende. La cinta se ha exhibido con buenos resultados en casi todos los países de Latinoamérica, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos entre otros.

Hace un par de años, en Buenos Aires, le pregunté a uno de los agentes de ventas de Hidalgo a qué atribuían ese éxito. La mujer, enigmáticamente, me respondió:

—Esa película tiene todos los check marks marcados.

Desafortunadamente, no pude pedirle detalles acerca de esos check marks. No obstante, Hidalgo sabe bien a lo que se refería su agente.

—Desde el principio perseguí la universalidad de la historia, sin perder su venezolanidad —explica Alejandro Hidalgo—. Una locación, un núcleo familiar y una emoción universal: el amor de una madre capaz de sacrificarlo todo, incluso su libertad, con tal de proteger a sus hijos.

A esto le añade un género —el del terror y suspenso— cuyo alcance es mundial, la idea también universal de la casa embrujada y, lo que acaso es inusual en el cine venezolano, una giro sorpresivo en la trama que lanza la historia y, con ella, al espectador, a un lugar completamente inesperado.

—Al escribir el guión me deba cuenta de que el concepto aportaba algo completamente nuevo al género y que podía ser material para un remake.

No se equivocaba. Sobre todo, si se toma en cuenta que el de New Line Cinema sería en realidad el segundo remake que se anuncia de la película.

—Una productora coreana se interesó por la historia y ya compró los derechos para hacer su propia versión.

Pero aunque su apuesta estaba más o menos calculada, no alcanzaría sus objetivos sin una buena dosis de suerte. O, para decirlo a lo venezolano, de leche. 

Mamá hay más de una

Uno de los lechazos definitivos de esta historia, según Alejandro Hidalgo, ocurrió en Bélgica.

—Yo estaba en una fiesta de disfraces del festival de cine fantástico de Bruselas, un festival muy particular donde el público interactúa todo el tiempo con lo que sucede en pantalla y hasta organizan marchas de zombies…, cuando un argentino enmascarado se me acercó y se puso a elogiar muy entusiasmado mi película. Al final, me dijo que no podía decirme mucho más, pues era parte del jurado.

Después de la fiesta corrió a revisar el catálogo del festival en busca de las fotos de los integrantes del jurado. Y allí estaba, la foto del argentino desenmascarado. Era Andy Muschietti, autor de la aterradora Mamá, una cinta que de alguna manera comparte temas y motivos con la película de Hidalgo.

—Conocía su historia. Había hecho un corto. Guillermo del Toro lo había visto y le había propuesto ampliarlo a un largo. Un poco como los antecedentes de mi película.

Hasta entonces, La Casa del Fin de los Tiempos se había estrenado en una buena cantidad de territorios y había ganado notoriedad en el circuito de festivales. Su triunfo en el Scream Fest, donde había obtenido los premios a la mejor película y al mejor director, había despertado el interés de Craig Perry y Chris Bender, productores de Destino FinalAmerican PieThe Hangoverentre otros éxitos.

La cinta de Alejandro Hidalgo también había atraído a la gente de Platinum Dunes, casa productora de Michael Bay. Entre tanto, Jinga Films, sus agentes de ventas que trabajaban activamente en pos del remake, le habían presentado la película a Universal UK. Finalmente sería la casa productora Good Fear, de Chris Bender y Jake Weiner, la que obtuvo los derechos de la adaptación. Hidalgo, sin embargo, no estaba del todo seguro de que pudiera dirigirla.

Alejandro Hidalgo, en busca de la dirección

Hidalgo, copia de su película en mano, buscó a Muschietti los días siguientes infructuosamente. Su idea era darle una copia de La Casa para que el argentino se la mostrara a Guillermo del Toro. No lo encontró. Pero, en otro imprevisto lechazo, el último día le tocó compartir el transporte al aeropuerto con él. 

—Por fin pude darle la copia de la película.

Poco después Alejandro Hidalgo recibía una llamada de la productora de Muschietti: él y Bárbara querían entrar en la producción. Era el espaldarazo que necesitaba para hacerse con la dirección de la nueva versión

—Ellos tienen buenas relaciones con New Line Cinema. Y, el estudio, al ver que ellos de alguna forma son mis mentores, está más tranquilo con la posibilidad de que dirija la película.

Con Good Fear en la producción y los Muschietti a bordo, La casa del fin de los tiempos se encaminaba por fin en dirección al remake.

Eso

Actualmente, la rutina de Hidalgo en Los Ángeles está plagada de reuniones, conferencias telefónicas, reuniones con managers, abogados, agentes, productores y ejecutivos creativos. El proceso típico de desarrollo de toda producción. Sobre todo, del desarrollo de una producción hollywoodense. Al mismo tiempo, monitorea de lejos el reestreno de la cinta en Venezuela, a propósito de la noticia del remake.

A pesar del ajetreo, sacó tiempo para visitar el set de It, la nueva adaptación cinematográfica de la opus magna de Stephen King que adelantan los Muschietti. Su idea era comprobar hasta qué punto se diferenciaba un rodaje venezolano de uno gringo.

—Yo no sabía muy bien cómo era el rodaje de una producción de esta envergadura. Creo que la diferencia radica en que en Venezuela, el rodaje es muy militar. Casi dictatorial. Los cargos están muy jerarquizados. En el campo, prevalece el trato vertical. La gente entre sí se trata según jerarquías establecidos y se usa el “señor” o “señora” a la hora de dirigerse a sus superiores —explica—. En EE.UU. esa jerarquía no es tan estricta. Se basa más en las capacidades. En el papel que desempeña cada uno dentro del rodaje. Pero el director se dirige a sus técnicos de igual a igual, con mucho respeto, eso sí…

Todo lo demás, añade, es más o menos igual. Sobre todo, el stress. Aunque como hay más dinero, hay un mejor catering y más recursos para poner delante de la cámara.

Alejandro Hidalgo, lo que viene

Hidalgo sabe que aún queda un largo camino por delante. Apenas comienzan las labores de redacción del nuevo guión, cientos de reuniones y un sinfín de tareas más. No obstante, no pierde de vista su nuevo guión, Los ojos de Némesis, una historia de ciencia ficción en la tradición de Loopers. Procura además disfrutar de Los Ángeles, de su playa y su gente y de la sensación de libertad que siente en California.

Cuando se le pregunta si desea agregar algo más, no desaprovecha la oportunidad para señalar algo en lo que la industria criolla debería trabajar para cambiar:

—Aquí, aunque tú no lo creas, se apuesta al talento. Los estudios, los productores buscan nuevos talentos y los apoyan, pues saben que talento es equivalente a dinero. Deberíamos seguir ese ejemplo y apoyar nuestro talento emergente.

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