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David Simon: “Que se j**a el lector medio”

The Wire, lo mejor del siglo

The Wire, lo mejor del siglo

Creo que lo he dicho antes: The Wire, de David Simon, es uno de los trabajos audiovisuales más importantes del último medio siglo. Más allá de una simple serie de televisión, es un enorme y complejo fresco estructurado a la manera de las grandes novelas estadounidenses de principios del Siglo XX. Sí, algo así como una suerte de Manhattan Transfer post 11 de septiembre y en Baltimore. La serie, que no gozó del éxito que acaso merecía (pero que sus creadores tampoco buscaban) fue idea de David Simon, ex reportero devenido en productor y guionista televisivo.

Simon contó con el apoyo de escritores de grueso calibre como Dennis Lehane (Mystic River, Shutter Island), George Pelecanos (The Night Gardener) o Richard Price (The Color of Money, Ransom, Historias de Nueva York, Clockers).Y de directores de cine y TV de la talla de Tim van Patten o Agniezka Holland.

Resulta que esta mañana me he tropezado con una vieja entrevista que el escritor Nick Hornby le hace a Simon, el creador de la serie. Bien vale la pena publicar un fragmento en el que Simon condensa su particular filosofía narrativa. Y su idea acerca de la dramaturgia.

Simon: contra el lector medio

NH: Siempre que me entran ganas de escribir para The Wire, me doy cuenta enseguida de que no sabría reproducir la verdadera jerga de los narcos. ¿Conocías tú tantas cosas de ellos antes de empezar? ¿O te han puesto al día personas que están más familiarizadas con ese mundillo?

DS: La pauta que sigo para intentar ser verosímil es muy sencilla (la vengo siguiendo desde que empecé a escribir ficción): el lector medio… que se joda. A lo largo de mi carrera como periodista, siempre me dijeron que tenía que escribir pensando en el lector medio. El lector medio, tal y como ellos lo entendían, era un suscriptor blanco, acomodado, con-​dos-​hijos— coma-​y-​algo y tres-​coches-​coma-​y-​algo, un perro y un gato, más los consabidos aparejos de jardín; una persona ignorante que necesita que se lo expliquen todo, ya mismo. Así, tu exposición se convierte en un peso increíble, en un auténtico peñazo. Que le jodan. Que le jodan pero bien.

Ya desde Homicide, el libro, decidí escribir para gente que vive lo que cuentas, para gente de ese mismo mundo. Me guardaría para mí algunas cosas, suponiendo que el lector/espectador sabía más de lo que sabía realmente, o podía saber, con una razonable dosis de esfuerzo por su parte; yo andaría por ahí callejeando el tiempo que hiciera falta hasta conseguir captar de qué iba realmente el asunto. También me di cuenta —y esto fue más importante para mí— de que el libro o el material filmado sería un fracaso si la gente de esos mundillos, tras leer/ver mi relato, sentía que yo no había logrado captar su mundo de una manera respetable.

No cometer errores. En el mundo periodístico, esto no significa querer que la gente esté de acuerdo con cada página que escribes. A veces, la naturaleza conflictiva de lo que estoy diciendo me exige escribir cosas que no le gustan a la gente desde el punto de vista del contenido. Pero desde el punto de vista del diálogo, de la jerga, la descripción, el tono…, yo quiero que cualquier detective de homicidios, camello, estibador o político de cualquier rincón de EE.UU. se levante y diga: «¡Anda! Así es el mundo en el que me muevo». Ése es mi objetivo.

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