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El cine venezolano en su día, el comienzo del final del prejuicio

El teatro Baralt, sede de la primera exhibición de cine en Venezuela, 28 de enero de 1897
El teatro Baralt, sede de la primera exhibición de cine en Venezuela, 28 de enero de 1897

Quizás el de hoy sea uno de los aniversarios más significativos en la historia reciente del cine venezolano. Puede que debamos marcar este día en nuestro calendarios para recordar la muerte (o al menos, el comienzo del fin) del prejuicio de nuestro público hacia su cine. A primera vista, da la impresión de que los venezolanos, por fin, han decidido darle una nueva oportunidad a sus cineastas y a sus obras. Durante el 2010, el público acudió a las salas a ver las películas y regresó a las redes a recomendarlas (o no) y discutirlas. Entre tanto, los festivales internacionales empiezan a mirar con renovado interés nuestra cinematografía.

Estamos en presencia del resultado de un proceso que se inició a mediados de la década pasada.

Si bien hoy, cuando cumple 114 años de existencia, el cine venezolano vive un momento excepcional, aún tiene por delante un largo camino por recorrer hasta su completa consolidación. Aún falta mayor riesgo artístico, mayor experimentación. Producir no sólo el cine comercial, que busca su público, sino también ese otro cine no complaciente, arriesgado, inconformista. El cine que no busca agradar al público, sino plantear interrogantes, explorar más allá de las fronteras del gusto convencional y de las fórmulas aristotélicas. Ese otro cine que expande y subvierte las fronteras ideológicas, políticas, morales. El cine que interroga y cuestiona al hombre y su tiempo.

Acaso para ello necesitamos de mayor confrontación estética. Pero tal confrontación requiere de un espacio ideal. Y ese espacio es un festival de cine que nos muestre los caminos que recorre el cine contemporáneo, ese que no se exhibe en las salas comerciales. Puede este espacio sea el festival de Mérida. O acaso el de Margarita. O quizás un tercero. Lo que sí es definitivo es que requerimos de un evento que convoque lo más arriesgado, iconoclasta y experimental del cine internacional, que nos obligue a dialogar con otras cinematografías.

En la práctica, nuestro cine requiere de una mayor democratización gremial, un proceso que parece haber comenzado con la creación de nuevas asociaciones que agrupan a los cineastas emergentes, a los documentalistas, a los cortometrajistas e, incluso, a nuestro técnicos, como en el caso de la extraordinaria iniciativa de Abicine. Hay que crear asociaciones que agrupen a guionistas y directores, montadores y directores de fotografía. y que estas asociaciones tengan representación en las instancias de toma de decisiones sobre el rumbo de nuestro cine, de políticas cinematográficas y de estudios de proyectos.

Finalmente, nuestro creadores, sobre todo los emergentes, tiene el compromiso de llenar los espacios que la Ley de Cine destina al cortometraje en nuestras salas comerciales, para darle un impulso a uno de los formatos más libres y originales de la cinematografía, el propio terreno de la experimentación e iconoclastia. como el ejemplo entra por casa, ya yo estoy en eso.

Sí, es un largo camino el que tenemos por delante, pero vamos bien encaminados. La cosa es hacia adelante. Retroceder sería fatal.

Que tengan un feliz día del cine venezolano. ¡Salud!

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