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Dimite Alex de la Iglesia, primera baja del #manifiesto y la #leysinde

Alex de la Iglesia, balada triste de renuncia
Alex de la Iglesia, balada triste de renuncia
En un artículo publicado en El País de España, el realizador Alex de la Iglesia ha anunciado su renuncia a la presidencia de la academia de cine española.

Por vez primera, aprendí que dialogar con personas que te llevan la contraria es mucho más interesante. Puede resultar incómodo al principio, sobre todo si eres soberbio, como yo. Pero cuando aprendes a encajar, la cosa fluye, y las ideas entran. En este país cambiar de opinión es el mayor de los pecados. Creo que tenemos instalado el chip de la intransigencia desde hace tiempo. Hablé de ello en mi última película. La única manera de arrancárnoslo es mirar a la cara a la gente y decir lo que piensas con el convencimiento de que puede no ser cierto, que puedes estar diciendo o haciendo una tontería. No voy a dejar de discutir, pero francamente, prefiero hacerlo como director, que como presidente. Lo coherente es dejarlo.

Su dimisión se hará efectiva después de la ceremonia de entrega de los próximos premios Goya.

Creo que se trata de la primera baja importante de La Guerra de las Descargas que incendia la pradera del Internet español. Es un problema muy complejo simplificado por fanatismos, oportunismos y polarización. Hay insultos de parte y parte, posiciones intransigentes y mucha, mucha, mucha intolerancia. Para empezar, una vieja ley de la era pre Internet ha sido tomada como basamento legal para justificar la descarga indiscriminada de contenidos digitales. En un principio, las sociedades de gestión de derechos de autor no reaccionaron de la mejor manera ante el problema de la descargas, promovieron la creación gravámenes que afectan al consumidor (sea o no usuario de Internet) como el famoso Canon Digital (un impuesto a consumibles como DVD vírgenes) y adelantaron acciones legales contra internautas.

El año pasado, la ministra de cultura del gobierno de Zapatero, la guionista y actriz Ángeles González-Sinde, propuso una ley en la que se estipulan sanciones contras páginas con enlaces a descargas de contenido digital. Enseguida se hizo el blanco predilecto de toda clase de vituperios. De allí en adelante, la discusión fue cuesta abajo. Algunos líderes de opinión de la Internet española actuaron de manera irresponsable alimentando las llamas y otros actuaron de manera oportunista, a sabiendas de que pueden sacarle provecho económico a la coyuntura.

Los artistas españoles que se atrevieron a defender la ley, como Alejandro Sanz, por ejemplo han sido tildados de poco menos que parásitos que viven de las ganancias de su trabajo. Sí, leyeron bien: parásitos que viven de las ganancias de su propio trabajo —lo he leído más de una vez en la red. Pero cuando un periodista sagaz como Ignacio Escolar devela que las páginas de descargas de contenidos digitales pueden hacer miles de euros al mes con el trabajo ajeno, muchos apuran cabriolas retóricas para justificar lo injustificable y hacer creer que las ganancias de Series Yonqui no es lo más importante en todo esto.

Los internautas piden a las empresas del entretenimiento un nuevo modelo de negocios acorde con los tiempos que corren. Pero la frustrante experiencia de los pocos que se han atrevido a brindar un nuevo modelo de negocios en un mundo donde todo es gratis demuestra que el nuevo modelo de negocios que exigen los usuarios, no es posible sin una actualización de la vetusta ley española de derechos de autor, tal y como apunta el director Nacho Vigalondo. Y, desde luego, los usuarios son los primero en oponerse a esa modificación.

Los políticos, que son los mismos en todos los países, han hecho lo mejor que saben hacer, sobre todo, cuando de Internet se trata: no dar pie con bola. La solución propuesta, como la Ley Sinde, no puede aplicarse sin vulnerar los derechos de los usuarios.

A finales del año pasado, Alex de la Iglesia se atrevió a dar un paso al frente y reunirse con destacadas personalidades del mundo de los negocios virtuales y líderes de opinión de la red ibérica. Descubrió que había puntos en común y que quizás se podía llegar a acuerdos. Pero su postura contra los radicales de ambos bandos, le hizo el blanco de los peores insultos en la red. Contra su persona, contra sus películas. Ayer, De la Iglesia no se despegaba de su iPad, respondiendo a todos y cada uno de los mensajes que recibía a través de Twitter ante su atónito equipo de trabajo. Sospecho que allí descubrió que la política, sobre todo en tiempos de alta polarización, es incompatible con el arte. Lean su timeline en Twitter de las últimas 36 horas. Descubrirá cómo fue que llegó a la decisión que acaba de anunciar: que desde hoy se limitará a ser director de cine y que, como tal, participará en la discusión.

Lo paradójico del asunto es que muchos de los intolerantes de ambos bandos que no más ayer le insultaban, hoy le felicitan por su renuncia. Punto a favor de la intolerancia, la intransigencia y el oportunismo.

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