Se acaba el 2007.
Es tiempo de mirar atrás y hacer un balance de los 365 tumultuosos días vividos. Tiempo de sacar cuentas, hacer planes que no cumpliremos y engordar un kilo, o dos. Y de votar por la película más significativa de este año.
En mi opinión, pienso que en el futuro el 2007 se recordará como un punto de inflexión en la historia del cine venezolano.
Ya no se trata de un año en el que un filme o dos resultaron exitosos, sino de un año en el que nuestro cine ha comenzado a forjar una identidad propia, como movimiento colectivo. Se trata del comienzo de algo que probablemente se concrete (y se internacionalice) en el lapso de los próximos 3 años. En tres, máximo cinco años, es posible que el cine venezolano acaso se parezca a lo que era en la década de los 70, la época que Sergio Marcano y Phillipe Toledano han bautizado como la Edad de Oro del Cine Venezolano: un cine con una identidad colectiva muy definida en su diversidad, con propuestas arriesgadas, conectado con su público, con éxito comercial e incluso, basado en una sólida, aunque incipiente, industria.
Y es que en el 2007 se mantuvo una tendencia que probablemente se afiance en el futuro cercano. Como en el 2006, hay algunos tímidos ejemplos de inversión privada en nuestro cine. Si en el 2006 fue Elipsis, este año tuvimos 13 segundos y Señor Presidente. En 2007 también hubo algún ejemplo de cine hecho al margen, con ayuda de nuevas tecnologías. Si en el 2006 fue Azotes de Barrio en Petare, en el 2007 fue Pecho Cannibal, dos ejemplos con más elementos en común de lo que se nota a simple vista.
A finales del 2006, el un golpe de timón y decidió apostar por la generación cineastas que aún no había rodado su ópera prima. El resultado, exitoso o no, de esta decisión política es posible que se perciba a finales del 2008 y en el 2009. También en ese lapso se podrá medir el impacto de los dos nuevos factores que entraron en la ecuación este año: las instituciones estatales La Villa del Cine (productora) y Amazonia Films (distribuidora).
También en el futuro inmediato podrá medirse el impacto de eventos como el Festival de Cine de Mérida y su Cine Átomo. Al igual que el Caracas Filminuto y eventos similares de microcine, el programa de Mérida, de tener continuidad, podría convertirse en un verdadero semillero de nuevos talentos y de renovación del lenguaje del cine nacional.
Pero más allá del número de películas estrenadas, la recaudación en taquilla o la calidad, el 2007 deberá ser recordado por el año en el que el cine venezolano volvió a despertar el interés de su público y la atención de los medios.
Sin más preámbulos, la encuesta:
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