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A Serbian Film y la censura, entre la realidad y la ficción

Lo de A Serbian film y la censura ya casi es un asunto normal. La proyección del film en la última edición del festival de Sitges desató la polémica. La crudeza del film de horror de Srdjan Spasojevic escandalizó a padres católicos, pero también a los medios. La comparecencia de Ángel Sala, director del festival, en un programa matutino de opinión, acaso contribuyó a caldear aún más los ánimos.

El joven realizador Nacho Vigalondo ha salido en defensa de la película. Escribe Vigalondo en su blog:

Tenemos un problema asombroso si todavía seguimos confundiendo un hecho con su representación. El dibujo de una pipa no es una pipa. El relato de un asesinato no es un asesinato. Tirando del hilo, la descripción de la pedofilia no es el ejercicio de la pedofilia. Me parece una confusión bastante poco respetuosa (…) Lo interesante no es que los opinadores de la mesa no hayan visto A Serbian Film a día de hoy, que posiblemente ni sepan que es una película de terror. Lo que nos debe hacer pensar es que dentro de cinco años la pondrán como ejemplo de película aceptable… Aunque sigan sin haberla visto.

A Serbian Film y la censura, lo real y la ficción

Resulta al menos curiosa, la conflictiva relación que los espectadores establecen con la ficción. O con la relación que la ficción mantiene con la realidad, como desgrana Shields en su manifesto, Reality Hunger. Acaso sea el periodismo lo que ha sobrevalorado el concepto de “basado en una historia real”. Los hechos narrados en esta historia son reales, se han cambiado los nombres de los protagonistas… Nos escandaliza menos la transmisión en directo de un asesinato que su representación en diferido en la gran pantalla.

A veces la gente no sólo confunde los real con su representación, sino que misteriosamente identifica la representación con su autor. De modo que el autor puede ser calificado de cerdo (misógino, fascista, comunista, etc) porque su o sus personajes lo son. A veces, basta incluso un color en la película, para ser etiquetado, como me sucedió en Mérida, una mañana resacosa de domingo, por culpa de una silla roja que los diseñadores gráficos colocaron en los créditos de Bloques. Pero creo que todo el tema requiere de un post. Por ahora, los hechos.

Concha García Capoy, la presentadora del programa de Cuatro, le ha respondido en su blog a Vigalondo:

Vigalondo utiliza una pedagogía muy básica para explicar la diferencia entre la realidad y la ficción y los múltiples sentidos que ésta puede tener algo en lo que, por cierto, ya había caído. Seguramente él no ignora que la alarma puede no ser censura, que la crítica más feroz es compatible con la libertad, que los medios están para contrastar pareceres, que ese ruído puede ser constructivo.

Y Vigalondo, desde luego, ha replicado:

(…) si el debate en tu programa plantease, pongamos, si A Serbian Movie es una acertada alegoría de de la historia reciente de un país marcada por la violencia y el abuso, o por el contrario una provocación grotesca y repulsiva sin mayor interés, apoyaría la discusión, y de hecho no me costaría posicionarme. Sin embargo, los términos que se expusieron con unanimidad eran otros: Se estaba equiparando la película al delito que relata y se estaba evocando la acción legal sobre los responsables de la película y de su difusión en un festival. ¿Cómo es posible meter en la misma categoría al crimen real y al de ficción, a los verdugos y víctimas reales con personajes de una película de terror?

Pregunta interesante…

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