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Arte, sexo, violencia y censura (II): el escándalo de Fatty Arbuckle

El escándalo de Fatty Arbuckle cambió Hollywood e inauguró décadas de censura. Esta es la segunda entrega de una serie de artículos sobre la censura de obras artísticas (sobre todo, gráficas y cinematográficas) como una forma de prevenir conductas violentas o sus (supuestos) efectos nocivos. No se trata de un estudio, sino simplemente de poner en perspectiva el asunto. Pueden leer la primera parte aquí

La historia es muy conocida. Se trata quizás del primer gran escándalo de Hollywood y constituyó la coartada perfecta para redactar y aplicar un estricto código de censura que regiría durante décadas la producción cinematográfica estadounidense.El 5 de septiembre de 1921, en las habitaciones 1219, 1220 y 1221 del hotel Saint Francis, en San Francisco, tenía lugar una fiesta salvaje. El licor, ilegal entonces, corría a raudales y la música y las risotadas alborotaban los pasillos.

El anfitrión era el inmenso y talentoso Roscoe “Fatty” Arbuckle. Considerado el comediante más importante del cine de entonces, era la estrella mejor pagada. Se había abierto camino hacia el estrellato desde una infancia miserable y ahora firmaba contratos millonarios. Había sido el mentor de Charles Chaplin y Buster Keaton entre otros actores y comediantes. Era dueño de una melodiosa voz y de una agilidad inusitada para un hombre tan voluminoso. También era un extraordinario bailarín. Y, a pesar de todo, se decía, era muy tímido con los mujeres.

Esa noche, Arbuckle encontró tendida en el baño de su habitación a una de las invitadas a la fiesta. Se llama Virginia Rappe y era aspirante a actriz. Era una mujer de salud delicada. Sufría de problemas renales, había tenido varios abortos recientes. Su precaria salud se resentía con sus afición a la bebida, aún más cuando el alcohol destilado clandestinamente solía ser de muy mala calidad, y con su estilo de vida, de fiestas interminables y promiscuidad.

Fatty Arbuckle, cabeza de turco del moralismo estadounidense

Rappe fue examinada por el médico del hotel, quien no le diagnosticó nada de importancia. No obstante, al cabo de un par de días, su salud empeoró y falleció.

Allí comenzó el fin de la exitosa carrera de “Fatty” Arbuckle. Otra de las invitadas a la fiesta, Bambina Maude Delmont, acusó al comediante de haber violado a su amiga Virginia. El representante de Delmont, Al Semnacker, posteriormente también le acusaría en una rueda de prensa de haber violado a Virgnia con un pedazo de hielo.

El detalle hizo salivar a los reporteros más sensacionalistas de la época. Pronto, el pedazo de hielo se transformó en una botella de Coca-Cola. Luego, en una de champagne. En realidad, Arbuckle había frotado con hielo el estómago de Rappe para calmar su dolor; y Delmont y su agente sólo buscaban extorsionar a una de las estrellas más adineradas de la época.

Arbuckle sería exonerado de todos los cargos en tres juicios sucesivos. A pesar de que en el último de los juicios, el jurado redactó una apología para el comediante —algo sin precedentes en la historia de la justicia estadounidense—, su vida y su carrera quedarían arruinadas para siempre.

Uno de los responsables fue el editor periodístico William Randolph Hearts, quien le sacó el jugo al caso en su cadena de diarios amarillistas, publicando noticias exageradas con lujos de detalles escabrosos. Como el mismo editor diría luego, desde el hundimiento del RMS Lusitania por parte de un submarino alemán, sus periódicos no se vendieron tanto como en los días del escándalo de “Fatty” Arbuckle. ante el escándalo, el público le dio la espalda al comediante.

El otro gran responsable de la debacle del actor se llamaba Will H. Hays. Republicano y mojigato, y era el presidente de la Motion Pictures Producers an Distributors of America —un eufemismo para comité de censura. Seis después de que Arbuckle fuera absuelto de los cargos, Hays le prohibió trabajar en toda película producida en los Estados Unidos, pidió que sus presentaciones fuesen canceladas y muchos exhibidores destruyeron las copias de las comedias del actor.

Aunque Hays invocó razones morales —o mejor dicho, moralistas— para justificar su veto, en realidad quería usar el caso como coartada para resolver un problema económico que traía de cabeza a los magnates de los estudios…

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