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Sin comentarios

autocensura.jpgDespués de considerarlo bastante, creo que a este blog le llegó su sábado.

Me refiero a su sección de comentarios. No querí­a tomar esa decisión, pero tal parece que forma parte del ciclo vital de todo blog. Algunos de los blogs más leí­dos en inglés y español, como Boing Boing y Microsiervos —por sólo mencionar dos de mis preferidos— han cerrado sus secciones de comentarios. Otros, como los de la cadena de Weblogs Inc, y la española Weblogs SL (para la que escribo desde hace dos años), han tenido que adoptar el sistema de registro de usuarios para los comentarios.

Hacia el fin de semana instalaré el OpenID. Si eso no da resultado, pues seguiré el ejemplo de Boing Boing. Hay varias razones para esto. La principal es que estoy un poco cansado de las quejas de los cineastas, de la boberí­a de algunos directores de andar imprimiendo comentarios para usarlos en asambleas gremiales como acusaciones contra otros colegas; de que otros (o los mismos) se pongan como energúmenos en público porque alguien dijo que su “peli” era una ñoña, de que denuncien esta página en foros estudiantiles, de que me llamen a medianoche para quejarse de un troll o de que me amenacen con demandarme por difamación e injuria (por cosas que ni siquiera he escrito), cuando aún no he acabado la primera taza de café del día.

Si al menos las quejas se hicieran sólo a través del blog. Pero cuando la cosa es en persona, llega un momento en que puede volverse muy desagradable, con tipos dando barrigazos y mujeres blandiendo su acusador y huesudo índice a escasos centímetros de tu nariz.

Curiosamente, no he recibido aún la primera queja de nadie del gobierno, de ninguno de los integrantes de la plataforma cinematográfica de Venezuela. Ni una sola. Cero. Nada.

En cuanto a la polémica polí­tica y gremial, me ha llegado la hora de tirar la toalla. Es un trabajo muy arduo tratar de mantener el nivel de la discusión en medio del clima de confrontación y polarización que atraviesa Venezuela. No me tomé el trabajo de montar y mantener esta página para que unos cuantos se dediquen los peores calificativos peyorativos. ¿”Perra”? ¿”Perro”? ¿Es ese el nivel? Porque para eso no hay necesidad de una página más. Para eso están los foros de Aporrea, Noticiero Digital o, mejor aún, los de SexyCaracas.Com. Sé que algunos lo hacen a propósito, para bajar el nivel y ahuyentar lectores, porque no les conviene que siga existiendo una página crí­tica que permita la libre expresión de ideas y porque están acostumbrados a la gran prensa, que sólo elogia y nada critica.

Otra de mis razones es la proliferación de trolls, plaga imposible de controlar. Un ejemplo reciente es Peter Falcon. Supuestamente desde California, Falcon ha escrito durante todo el dí­a, cientos de “importantes” comentarios para:

    1. Denunciar a ciertos cineastas porque fuman porros y hacen malas pelí­culas (dos pecados que, en la afiebrada mente de Falcon, merecen poco menos que la pena capital).
    2. Denunciar las supuestas marramucias de familias caraqueñas de rancio abolengo.
    3. Denunciar el presunto asesinato de Reny Ottolina.

Y, la mejor de todas:

  • Denunciar la persecusión a la que los adecos sometieron al insigne Dr. Fernández Morán, a la caida de la dictadura de Pérez Jiménez… Hace casi medio siglo.

¿No es todo un encanto ese Falcon? Si la vaina no fuera tan graciosa, me habría ehchado a llorar. Lástima que no pueda publicar sus comentarios, porque no quiero enchavar a esos presuntos directores porreros. Sí­, muchachos, ya pueden prender esa chicharra otra vez.

Y, hablando de denuncias, esa es otra de mis razones. Si algo me ha alejado del periodismo venezolano es, precisamente, la denunciologí­a; una tendencia periodí­stica puesta de moda en los años 90 por el entonces periodista José Vicente Rangel. Cada domingo, Rangel denunciaba y denunciaba y denunciaba… Y nada pasaba. No se me olvida una graciosa crónica que escribió al respecto José Ignacio Cabrujas. Al final, casi todo el periodismo venezolano terminó contagiándose.

Una de las principales caracterí­sticas de ese periodismo “de denuncia”, es que sólo denuncia lo obvio, o lo inofensivo, para ocultar lo verdaderamente importante, lo que sí­ deberí­a ser denunciado. Creo que las páginas de los diarios venezolanos son más apropiadas para la denuncia que las de un blog.

Finalmente, ya estoy más que convencido de que a muy pocos les interesa hablar y discutir sobre cine. En un principio pensé que el blog podía servir como una especie de escape a la discusión política, que ya alcanza en el país niveles hegemónicos insólitos. Si algo puede ser calificado como totalitario eso es, precisamente, la polémica política. Sé que a veces es inevitable, como en el caso del impasse entre el ministro y los gremios. Pero ¿cómo se las arreglan para empezar hablando de Las Hurdes y terminar despotricando de las misiones de Chávez? ¿Cómo logran hacer de 300 una metáfora de la confrontación gobierno-oposición? ¿Tiene sentido insistir con el cine cuando la gente sólo quiere hablar de política?

Finalmente, no me queda más que citar las palabras de Bob Slocum en Something Happened, de Joseph Heller:

Vaya crisol de razas. Si todos en esta tierra vasta y fabulosa nuestra nos uniéramos y nos tomáramos el tiempo suficiente para cambiar unas pocas palabras con los vecinos y connacionales, las palabras que cambiaríamos serían: “¡Hijo de puta! ¡Gringo! ¡Negro! ¡Blanco! ¡Judío! ¡Mexicano!

Así estamos.

En fin, el fin de semana monto el OpenID. Dejaré un día más los comentarios abiertos para que todos puedan opinar.

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